domingo, 10 de octubre de 2010

REVOLUCIÓN FRANCESA

REVOLUCIÓN FRANCESA
- La Revolución Francesa se ha considerado un hecho particularmente significativo en la Historia mundial, de tal manera que la política europea entre 1789 y 1914 estuvo basada en la lucha constante a favor o en contra de los principios declarados en ella.
Sin embargo, la Revolución no se puede considerar un hecho excepcional, sino un proceso lógico. Se explica como un estadio clave en la evolución de la sociedad, en el tránsito hacia una sociedad capitalista propio de los países Atlántico- occidentales.
De esta manera forma parte de las denominadas revoluciones burguesas, o revoluciones Atlánticas, donde se logró la transformación de las estructuras feudales en estructuras propias de sociedades capitalista, por medio de la unidad nacional y de la destrucción del régimen señorial.
Durante el siglo XVIII se produjeron diversas revoluciones burguesas, entre las que destacan la Independencia Americana, en 1776; la Revolución Irlandesa de 1782-1784; la Revolución Belga de 1787-1790), y la Revolución Holandesa de 1783-1787. La Francesa fue, sin embargo, la más dramática y la que tuvo mayores consecuencias, ya que este país era,en cuanto a población, una cuarta parte del continente europeo.


La Revolución Francesa se produjo en 1789 por una serie de hechos que actuaron conjuntamente, entre los que hay que considerar, dentro de la evolución lógica de los hechos históricos, la estructura de la sociedad, las transformaciones demográficas, la estructura económica del país, la influencia de las ideas ilustradas, y la evolución política singular.
Por ello, hay que hablar de las condiciones económicas europeas, y particularmente de Francia, en los años previos a la Revolución, puesto que en este país (la más poderosa y poblada de las viejas monarquías aristocráticas de Europa), aferrado al sistema absolutista y aristocrática, era donde las ideas ilustradas causaron mayores conflictos.


ESTRUCTURA SOCIAL
En el siglo XVIII la tierra era la principal fuente de riqueza.
El sistema señorial y los derechos señoriales conferían al aristócrata el poder. La burguesía, sin embargo, dirigía y controlaba las finanzas, el comercio y la industria, pero la aristocracia se mantenía a la cabeza de la jerarquía social. En la sociedad francesa prerrevolucionaria, el 70% no poseían privilegios jurídicos. La burguesía con ideas ilustradas, consideró que esta situación era insostenible, cuestionando el orden institucional.
El feudalismo, por otra parte, con sus prerrogativas frenaba la expansión de la burguesía y el avance del capitalismo; por ello la burguesía reclamaba la libertad política y económica, de empresa y comercio.
El ministro francés Tugot, fisiócrata, conocía la necesidad de explotar la tierra de forma racional, pero era consciente de que sólo lo lograría con la abolición de los privilegios feudales, ya fueran personales, o reales, sobre moneda, monopolios, u otros excepcionales. Las ideas de Turgot, que trató de decretar la libertad de empresa y comercio, chocaron con los intereses de la aristocracia, que en aquella época ascendía a 400.000 individuos en un población total de aproximadamente 23 millones. Los privilegiados dependían para mantener su ritmo de vida, del cobro de rentas y de otras execciones, pero en los años precedentes a la Revolución se redujeron sus ingresos por efecto de la inflación.
La aristocracia, en los años previos a la Revolución que vio peligrar sus rentas, se aferró a sus privilegios y acaparó los puestos administrativos y burocráticos, lo que fue en contra de los intereses de la burguesía.
En esta situación de crisis, la reforma fiscal que pretendía Turgot, para salir precisamente de ella, fue imposible por la férrea oposición de la aristocracia, aunque también es cierto que algunos miembros de este estamento conocían la razón profunda de los problemas y defendieron el cambio.
No hay que olvidar tampoco que la burguesía se afianzó como clase a través de las ideas filosóficas y económicas que más tarde se sintetizaron en la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano; estos derechos defendidos por el Tercer Estado son, fundamentalmente, el de la propiedad privada, la igualdad ante la ley, la defensa del sistema constitucional con Asamblea que representase al burgués y, por tanto, la idea de la Soberanía Nacional.


LA CRISIS ECONÓMICA
La crisis fue la causa directa de la Revolución de Francia de 1787. Durante los años anteriores a la Revolución, se produjo un aumento constante de los precios de los productos de primera necesidad, como son el trigo y la leña. Esta situación se debió a las malas cosechas, lo que produjo que los salarios fueran aproximadamente un 25% más bajos que entre 1726 y 1741.
Este contraste, la pérdida del poder adquisitivo, influyó sobre todo en las clases populares, que sufrieron los efectos del hambre y de la miseria; la aristocracia obtuvo menores ingresos y la burguesía, por el contrario, se benefició de la situación por un incremento de los beneficios en el comercio.
El aumento demográfico, con una tasa de un 40% de la natalidad unido a un descenso de la mortandad, que se situó en un 33%, agudizó los efectos de la crisis.
Como factores adicionales, el Estado tuvo que declararse en bancarrota, incapaz de soportar los gastos excesivos por la participación en la Guerra de los Siete Años y en la de Independencia de los Estados Unidos.


LA EVOLUCIÓN POLÍTICA
Los estados Generales
La solución al problema económico era, según Calonne y Brienne la "subvención territorial", pero esta solución se desechó en 1787.
Concordet, La Fayette, Danton y Mirabeau llevaron a cabo la convocatoria de los Estados Generales, que no se habían reunido desde 1614, para tomar decisiones sobre el problema. La aristocracia quiso aprovechar la ocasión para tomar las riendas del Estado, sin tener en cuenta la crisis económica; querían afianzar sus privilegios feudales.
Tras la convocatoria de los Estados Generales se elaboraron los Cuadernos de Quejas (de los que hoy conservamos casi 40.000), en los que los diputados se dirigían al rey con sus peticiones y problemas. El 5 de mayo de 1789, los 1139 diputados (561 entre clérigos nobles y 578 entre representantes del Tercer Estado y del Estado Llano) se reunieron por primera vez. Sin embargo, desde el comienzo surgieron los problemas sobre el modo de votar. La burguesía planteó, amparada en las ideas ilustradas y en su poder económico, una revolución jurídica; pretendían que a cada persona correspondiera un voto, y no un voto común para cada estamento.
Dada la entidad de esta propuesta, el acuerdo fue imposible, y los miembros del Tercer Estado rompieron con la legalidad y abandonaron los Estados Generales. Como promotores de la postura del Tercer Estado destacaron Sieyés, Barnavé, Mounier, encabezaron la Revolución.
Los representantes del Tercer Estado, reunidos en un frontón, se plantearon la idea de hacer triunfar la Soberanía Nacional y declarar la igualdad jurídica. Por ellos proclamaron la legalidad de sus tesis a través de la organización de una Asamblea Nacional Constituyente. En ella, los representantes juraron seguir delante con sus propósitos, y continuar reunidos hasta la elaboración de una Constitución, que iniciaría un nuevo sistema de Estado. A las reuniones invitaron a los miembros de los otros estamentos. El rey, ante estos hechos, tuvo que aceptar esta iniciativa y declarar el inicio de la asamblea nacional Constituyente.


La Revolución se fue extendiendo por ciudades y pueblos, creándose nuevos ayuntamientos que no reconocían otra autoridad que la Asamblea Nacional Constituyente. Los campesinos dejaron de pagar impuestos y destruyeron castillos y todo lo que simbolizaba a la aristocracia. La Asamblea Nacional, actuando detrás de los nuevos acontecimientos, suprimió por ley las servidumbres personales (abolición del feudalismo), los diezmos y las justicias señoriales, que ya habían sido suprimidos de hecho por el campesinado, instaurando la igualdad ante el impuesto, ante penas y en el acceso a cargos públicos. El rey, junto con sus seguidores militares, retrocedió al menos por el momento. Lafayette tomó el mando de la Guardia Nacional de París y Jean-Sylvain Bailly, presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, fue nombrado nuevo alcalde de París. El rey visitó París el 27 de julio y aceptó la escarapela tricolor.
Sin embargo, después de estos actos de violencia, los nobles, no muy seguros del rumbo que tomaría la reconciliación temporal entre el rey y el pueblo, comenzaron a salir del país, algunos con la intención de fomentar una guerra civil en Francia y de llevar a las naciones europeas a respaldar al rey. Éstos fueron conocidos como los émigrés («emigrados»).
La insurrección motivada por el descontento popular siguió extendiéndose por toda Francia. En las áreas rurales, para protestar contra los privilegios señoriales, se llevaron a cabo actos de quema de títulos sobre servidumbres, derechos feudales y propiedad de tierras, y varios castillos y palacios fueron atacados. Esta insurrección agraria se conoce como La Grande Peur (el Gran Miedo).
El 4 de agosto de 1789, en la llamada «Noche de la locura», la Asamblea Nacional Constituyente abolió el feudalismo, eliminando las prebendas que recibía el clero y los derechos señoriales de los nobles (como por ejemplo, el privilegio de no pagar impuestos del que gozaban). En cuestión de horas, los nobles y el clero perdieron sus privilegios. El curso de los acontecimientos estaba ya marcado, si bien llevó cuatro años la implantación del nuevo modelo.

PÉRDIDA DE PODER DE LA IGLESIA

La revolución se enfrentó duramente con la Iglesia católica que pasó a depender del Estado. En 1790 se eliminó la autoridad de la Iglesia de imponer impuestos sobre las cosechas, se eliminaron también los privilegios del clero y se confiscaron sus bienes. Bajo el Antiguo Régimen la Iglesia era el mayor terrateniente del país. Más tarde se promulgó una legislación que convirtió al clero en empleados del Estado. Estos fueron unos años de dura represión para el clero, siendo comunes la prisión y masacre de sacerdotes en toda Francia. El Concordato de 1801 entre la Asamblea y la Iglesia finalizó este proceso y establecieron normas de convivencia que se mantuvieron vigentes hasta el 11 de diciembre de 1905, cuando la Tercera República sentenció la separación definitiva entre la Iglesia y el Estado. El viejo calendario gregoriano, propio de la religión católica fue anulado por Billaud-Varenne, en favor de un «calendario republicano» y una nueva era que establecía como primer día el 22 de septiembre de 1792.


LA OPINIÓN PÚBLICA
Debido a los cambios surgidos a partir de la revolución francesa, Sartori afirma que la OPINIÓN PÚBLICA surge contemporánea a la democracia liberal, afirmando que es durante esta etapa que se constituye un público que manifestaba sus opiniones, y es de esta manera como adquiere especificidad la esencia del concepto que anteriormente había existido en otras categorías políticas: vox populi, la pubblica voce, y el volkgeist.

A decir de Roger Chartier, el tribunal de la opinión pública juega hoy en día un papel decisivo en la cultura política moderna. De ahí justamente que el aporte más significativo de la Revolución Francesa sea la noción de opinión pública.


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